Axedrex de los quatro tempos

domingo, 20 de marzo de 2011

El Cuatro es el número simbólico de la justicia, la responsabilidad y la seguridad. Es la más estable de todas las vibraciones. Guarda relación con Saturno.

El juego del Volador es un ritual originario de Mesoamérica que se caracteriza por el uso de aparatos giratorios y maniobras acrobáticas. Aunque erróneamente se le conoce también como danza de los Voladores de Papantla, el Juego del Volador no es exclusivo de esta población veracruzana ni tampoco es una danza en el sentido estricto del término. Sus orígenes se remontan al Período Preclásico Medio mesoamericano, se han encontrado representaciones de este ritual en la cerámica funeraria de las culturas de Occidente (Colima, Jalisco y Nayarit).

Posteriormente pasó a otros pueblos, muy probablemente relacionada con el sacrificio gladiatorio y los cultos de la fertilidad. Sobrevive en la actualidad entre los nahuas y los totonacos de la Sierra Norte de Puebla y el Totonacapan veracruzano. Además en el 2009 junto con los lugares de memoria y tradiciones vivas de los otomí-chichimecas de Tolimán fueron nombrados como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.[1]

Asociada a la fertilidad, la danza existía con otras características y fue relacionada al culto religioso en la era posclásica, gracias a que fue incorporada a la cultura tolteca y posteriormente los aztecas le adicionaron elementos solares y de mayor peligrosidad, pues La Danza del Volador se ejecuta con cuatro danzantes que representan los cuatro puntos cardinales, pero se observaron danzas con sólo dos de ellos. La fertilidad se representa mediante el descenso de los danzantes, que simbolizan la caída de la lluvia.

En la celebración acompañada de danzas y música se utiliza un tronco o "palo volador" donde se ajustan varias piezas: una pequeña base de madera, una cruz, un pivote (denominado también manzana) que unirá y posibilitará el giro, y una escalera unida al palo.

En los extremos de la cruz se colocan cuerdas que sujetarán a los danzantes voladores simbolizando los puntos cardinales, norte, sur, este y oeste, más el caporal que representa el centro.

A más 20 metros en lo alto de la estructura, se sitúa el caporal, personaje que toca un tambor y una flauta, y coordina el ritual.

Cada señal que el caporal hace es un tipo de acrobacia, en una de ellas cada danzante volador salta al vacío, sujetado por la cintura, boca abajo y afianzándose con las piernas y cada uno de ellos gira 13 veces, que multiplicado por los cuatro voladores da el resultado de 52, este número es el símbolo del ciclo de 52 años del calendario indígena o Xiuhmolpilli (La cuenta de los días).

Finaliza cuando los participantes empiezan a abrir el círculo hasta tocar el suelo. Si los espectadores aplauden alguno de los voladores dobla las piernas y se toca los pies con las manos, siendo esta una maniobra muy difícil que solo puede durar unos segundos. Los danzantes visten trajes muy coloridos que representan a aves tropicales.

En Veracruz, Luego del voto unánime de los 205 países que resolvieron entregar a la ceremonia ritual de Los Voladores de Papantla el nombramiento de Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad, el gobernador del estado, a nombre de México y de Veracruz, de manera especial de las comunidades y municipios de la región del Totonacapan, agradeció a las autoridades de la Unesco esta nominación que reconoce una brillante expresión de una cultura viva para mostrarla al mundo.

Hoy, es en el Tajín en donde, tras más de 12 años, la ceremonia que forma parte de diversas culturas mesoamericanas, encontró su nicho perfecto en la ciudad ceremonial de Papantla, en el estado de Veracruz y es precisamente en ese lugar, donde esperamos que todo vuelva a la vida como cada año que se celebra la llegada de la primavera.

Curiosamente, es con la llegada de la primavera que, las religiones que conviven en nuestro país, celebran al más grande presidente que ha tenido México, cuya visión llega hasta nuestros días con una claridad palpable y en el hemiciclo que lleva su nombre, en la capital del país, se reúnen a darle gracias por esa apertura que dejó con un palmo de narices al clero católico pero que, reforzó más aun la creencia de nuestra gente en Tonantzin-Guadalupe y Moyocoyatzin, el centro eje primero o “el que a sí mismo se hace o se inventa”.

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