Viento

lunes, 30 de mayo de 2011

Todavía esta mañana esas sábanas fueron apartadas hicieron vela
contigo de un lecho prismático
en el castillo revuelto del sauce de ojos de lama
para el cual con la cabeza abajo
partí en otro tiempo

André Breton

Leonora Carrington nació el 6 de abril de 1917 en Lancashire, Inglaterra, En el año 1936 ingresa en la academia Ozenfant de arte, en la ciudad de Londres. Al año siguiente conoce a quien la introdujo indirectamente en el movimiento surrealista: el pintor alemán Max Ernst, a quien vuelve a encontrar en un viaje a París y con quien no tarda en establecer una relación sentimental.

Durante su estancia en esa ciudad entra en contacto con el movimiento surrealista y convive con personajes notables del movimiento como Joan Miró y André Breton, así como con otros pintores que se reunían alrededor de la mesa del Café Les Deux Magots, como por ejemplo el pintor Pablo Picasso y Salvador Dalí.

Tras la detención de Max Ernst, con quien sostenía una relación sentimental, con una diferencia de edades de 27 años, Leonora ingresa a un hospital. Ante la inexorable invasión nazi, se ve además obligada a huir a España. De este período la pintora guardará una marca indeleble, que afectará de manera decisiva su obra posterior.

En 1941 escapa del hospital y arriba a la ciudad de Lisboa, donde encuentra refugio en la embajada de México. Allí conoce al escritor Renato Leduc, quien terminará ayudándola a emigrar. Ese mismo año contraen matrimonio y Leonora viaja a Nueva York. En 1942 emigra a México y en 1943 se divorcia de Renato Leduc. En México, la pintora restablece sus lazos con varios de sus colegas y amigos surrealistas en el exilio, quienes también se encuentran en ese país, tales como André Breton, Benjamin Péret, Alice Rahon, Wolfgang Paalen y la pintora Remedios Varo, con quien mantendrá una amistad particularmente duradera.

Con 96 años de vida, el 25 de mayo de 2011, la pintora y escultora surrealista dejó de soñar despierta y emigró al lugar donde, vivirá entre sus sueños eternamente, en la ciudad de México, la ciudad más surrealista del mundo.

Narcofosas y desaparecidos

Cientos de cadáveres hallados en "narcofosas" abarrotan morgues en México mientras miles de personas buscan a familiares desaparecidos, en una de las caras más dramáticas de la guerra antidrogas que se libra en el país. Hasta hace poco, el rostro más visible de los combates eran tendales de muertos en diferentes zonas por enfrentamientos que libran los cárteles entre sí o con fuerzas de seguridad, que han dejado unos 38,000 fallecidos desde que el presidente Felipe Calderón asumió en diciembre del 2006.

Pero el hallazgo de las llamadas "narcofosas", con más de 180 cadáveres en el estado de Tamaulipas y más de 200 en Durango, Proceso apunta que en Veracruz, durante el sexenio de Fidel Herrera, las narcofosas suman más cadáveres en ese estado, que las mencionadas con anterioridad en el norte; entre abril y mayo, la espiral de violencia alcanza a cualquiera que use una carretera o se atreva a trabajar en zonas dominadas por el crimen.

Grupos como los Zetas cobran a los inmigrantes que tratan de entrar ilegalmente a Estados Unidos en ciudades como Reynosa, en Tamaulipas; interceptan en las carreteras sobre todo a quienes conducen automóviles con placa de otro estado y tienen a los pequeños negocios aterrorizados con extorsiones. En Veracruz, este cártel, formado por desertores del Ejército, simplemente asesina a quien se resiste y secuestra también parar reclutar sicarios, según hipótesis de las autoridades.

Como si se tratara de las dictaduras que atormentaron a países sudamericanos como Argentina y Brasil en las décadas de 1970 y 1980, el fenómeno de la desaparición forzada ha pasado a formar parte de la guerra del narcotráfico en México, pero con el agravante de que muchas veces las autoridades actúan en el bando de los delincuentes. "La gente simplemente desaparece, muchas veces en grupo, y no hay ni pedido de rescate. No hay semana en que no registremos algún caso y no hay respuesta de las autoridades", dijo Blanca Martínez, del Centro Diocesano para los Derechos Humanos Fray Juan de Larios del estado de Coahuila.
Tenemos que detener esto, alza la voz, no te quedes callado, juntos podemos hacerlo.

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