Teacher

domingo, 15 de mayo de 2011

Un maestro, (del laín. magister, -tri), en sentido general, es una persona a la que se le reconoce una habilidad extraordinaria en una determinada área del saber, con capacidad de enseñar y compartir sus conocimientos con otras personas, denominadas discípulos o aprendices.
Profesor, docente o enseñante es quien se dedica profesionalmente a la enseñanza, bien con carácter general, bien, especializado en una determinada área de conocimiento, asignatura, disciplina académica, ciencia o arte.

Cuando entré a quinto año de primaria, mi papá estaba más feliz que yo por el hecho, no de estar a un año de terminar mi educación primaria, sino por el hecho de que, quien fuera su mentor en la mocedad, me diera clases también a mí. En efecto, “Tarzán”, como lo bautizara la generación de mi padre, fue el maestro que nos enseñó mucho más que quebrados aquel año en la escuela Adalberto Casas Rodríguez, en la ciudad de Córdoba, más tarde, sabría que también fue maestro de un ex gobernador de Veracruz.

Septiembre de 1980 fue el principio de un extraordinario año escolar, el profesor rural Nemesio Gómez Machuca que le diera clases a Rubén Morales poco más de 30 años atrás, fue mi maestro de 5° grado de primaria, mi papá le decía Tarzán y le mostraba un respeto extraordinario, un respeto que no le vi a mi padre se lo mostrara a nadie más, tenía mucho tiempo para saber el porqué y pronto lo supe.

Aquella mañana, el profesor nos daba clases de matemáticas, yo no entendía lo de los quebrados, así que, como sugerencia del profesor, nos quedamos, los insatisfechos, durante el recreo para una clase especial, fue sencillo, si vas a repartirle un pastel a cinco niños, de a cuantos pedazos les va a tocar a cada uno, lo difícil fue repartir trozos entre muchos, pero no fue tan complicado, así que, una vez comprendido el asunto, no había de qué preocuparse, el profe decía que no había malos alumnos, sino malos maestros.

Su pedagogía de la enseñanza era muy estricta y apegada a la educación, no sólo a la docencia, por eso, aquella tarde que llegué enojado a casa y le dije a mi papá que me había dado un cinturonazo el profesor, recibí, como advertencia, una bofetada “nada más para que te prepares por lo que hayas hecho”, dijo mi padre; el profesor enseñaba –y aquí la palabra queda al dedazo- magistralmente y educaba con una varita de café a la que llamaba Torpuata y un cinturón al que llamaba Torpuatín, a los de menor consecuencia, por inquietos o cosas similares, les aplicaba de reglazos en las manos, pa’ que aprendieran a estarse quietos y atentos en clases.

No les voy a decir cuántas veces me tocaron los reglazos, pero abreviaré todo el año para narrar la historia de Tarzán, me contó mi padre que, Nemesio Gómez Mahcuca era un joven profesor rural, más tarde comprobé que, también con una enorme vocación, que sacaba a sus alumnos a tomar clases al aire libre, en una ocasión, por el rumbo de los campos de la aviación, en Córdoba, uno de sus muchachos se pasó de listo y al ser llamado por el profesor, salió corriendo, el profesor tomó un palo o vara y la lanzó contra el que escapaba como si fuera jabalina, dando en un blanco difícil, por ir en movimiento, pero seguro porque, no volvió a salir corriendo, temiendo un castigo peor.

Fue el lanzamiento lo que le valió el sobrenombre de Tarzán y con ello, dada su juventud, el respeto de todos sus alumnos, en una época en donde, las clases se tomaban a mañana y tarde; a mí sólo me dio clases en quinto año, en el turno de la mañana, pero dos años más tarde me lo encontré en la biblioteca de la gloriosísima ESBAO, acomodando libros en los estantes, por cierto, libros que no se pueden encontrar –al menos no en aquella época- en cualquier biblioteca, ahí, tras las salutaciones correspondientes, me preguntó por mi papá y por como me portaba, quienes eran mis mentores y en que grupo iba.

Se convirtió en mi tutor y consejero escolar hasta que se jubiló, por allá del ochenta y tantos, antes que egresara de la ESBAO, lo volví a ver esporádicamente, algunas veces como vecino, otras, de carrerita por la calle, pero siempre lo recuerdo y lo llevo en mi mente y mi corazón porque, curiosamente, fue de esos profesores –no permitía que le llamáramos maestro y nos dijo el porqué- que nos enseñó mucho más que el alfabeto, sino que, junto con sus amigos de la ESBAO, con quienes me recomendó muy bien, nos sentaba a su lado y nos mostraba el panorama completo de las cosas y nos decía entonces, ahora, fórmese usted mismo un criterio.

Fue precisamente uno de sus amigos, el ex director Flavio Heredia Carretero, con quien compartimos muchos libros y vaciamos más de una botella, quien nos contó que, entre otros, Nemesio Gómez Machuca se sentía satisfecho de haber logrado que uno de sus alumnos llegara a la primer curul del estado, me refiero a la de gobernador, son pocos los cordobeses que han sido gobernadores y “Tarzán” ya tiene rato que se retiró a dar clases a otra escuela.

Pero eso no es lo importante sino que, lo que importa realmente es saber que, como alumno, me siento verdaderamente satisfecho de haber tenido un profesor como él, que enseñara y educara y me pregunto ahora: ¿Será posible que la vocación se haya terminado? No lo sé de cierto pero creo, espero honda y profundamente que, por lo menos, un día no muy lejano, logre conocer a un profesor de la talla de Nemesio Gómez Machuca a quien, vayan estas líneas como un breve homenaje… a él y a todos los verdaderos profesores, los de vocación.

Vocación, del latín vocare = llamado vocatio – onis acción de llamar; los que fueron llamados.

Quedo, como siempre a sus muy apreciables atenciones
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