La admisión de Palestina en la UNESCO y el nuevo desacato de EE UU

lunes, 7 de noviembre de 2011

Héctor Yunes Landa

El pasado 31 de octubre fue un día de gran trascendencia para la diplomacia mundial y los organismos internacionales. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, mejor conocida como UNESCO por sus siglas en inglés, admitió a Palestina como Miembro de Pleno Derecho en el seno de dicha organización, que hasta entonces había estado en calidad de observador.

La votación fue de 107 votos a favor, 14 en contra y 52 abstenciones. Con esto, se logró superar ampliamente el requisito de que la solicitud palestina hecha el 27 de septiembre contara con el respaldo de dos tercios de los estados miembros (81). Brasil, Rusia, China, India, Francia y España, entre muchas otras naciones, votaron a favor, mientras que Estados Unidos, Israel, Canadá y Alemania, fueron algunos de los países que se opusieron a tal decisión.

Llama la atención el caso de México, que bajo argumentos débiles e insuficientes trató de justificar una medrosa posición ambivalente, que exhibe una vez más la incoherencia del Gobierno Federal con la tradición internacionalista que posicionó a México como una nación respetable en el mundo durante muchas décadas de exitosa gestión diplomática. Es posible que al igual que Colombia, México haya elegido la abstención por la dependencia que mantiene en muchos ámbitos con Estados Unidos, especialmente en el de la Seguridad.

Estados Unidos reaccionó como es su costumbre cuando una resolución no es la que pretendió imponer: anunció de inmediato su decisión de no entregar a la UNESCO las aportaciones prevista para noviembre (60 millones de dólares), tratando de asfixiar a este organismo, ya que el 22% de su presupuesto depende de las cuotas provenientes de esa nación.

La historia de desacatos a las resoluciones de los organismos internacionales por parte de Estados Unidos está largamente documentada, a grado tal que muchos analistas expertos en Diplomacia y Derecho Internacional consideran que los organismos que regulan las relaciones entre las naciones están desahuciados.

Cuando el conflicto Árabe-Israelí iniciaba, la ONU emitió la resolución 181, el 29 de noviembre de 1947, en la que reconocía el derecho de ambos pueblos a contar con un territorio y plena soberanía; recomendaba para ello la partición del territorio palestino, estableciendo con precisión el número de árabes y judíos para cada uno de ellos, así como el establecimiento de una zona neutral de jurisdicción multinacional, que comprendiera a Jerusalén y Belém.

El 11 de diciembre de 1948, la ONU emitió la resolución 194 donde censuraba la expulsión forzada de miles de palestinos por el ejército israelí y establecía el derecho de los refugiados palestinos a regresar a su tierra o a obtener una justa indemnización en el caso de no permitírseles.

El 22 de noviembre de 1967, la resolución 242 de la ONU, postulaba la “retirada del ejército israelí de los territorios ocupados en la “Guerra de los 6 días” y el reconocimiento de la independencia, la integridad territorial y la soberanía de cada Estado de la región, así como su derecho a vivir en paz dentro de su territorio…”. El 22 de octubre de 1973 se emitió la resolución 338, que ratificaba la resolución 242 y recomendaba el cese al fuego inmediato y el inicio de las negociaciones.

Ha habido por lo menos 6 resoluciones posteriores en contra de la beligerancia israelí y su política de invasiones sucesivas que han sido ignoradas tanto por Israel como por su aliado y protector, Estados Unidos.

La arrogancia estadunidense frente a estas resoluciones, emitidas por el máximo órgano que regula las relaciones entre las naciones del mundo, surgido a raíz de la última conflagración mundial, es ofensiva e inaceptable para cualquier intento de diplomacia sustentada en un espíritu de Justicia y Equidad internacionales; peor aún, contraviene de manera humillante el principio fundamental que dio origen a la ONU: la relación democrática entre las naciones del mundo y las decisiones de carácter internacional.
Esto se ha visto agravado por el fin de la “Guerra Fría” y el declive de la URSS y el bloque socialista, ya que los Estados Unidos y la OTAN son ahora la única potencia militar, sin contrapesos y sin límites, con la posibilidad de declarar la guerra a quien les parezca, invadir a quien les plazca, o perseguir y aniquilar a cualquiera que no se pliegue a sus intereses.

Baste recordar el desacato a la resolución 1441 de la ONU, que establecía un plazo para que Irak permitiera una inspección de parte de este organismo frente a las acusaciones de poseer armamento nuclear. Antes de que concluyera dicho plazo y tal inspección, los Estados Unidos declararon a Irak la cabeza del “Eje del Mal” y decidieron invadirlo, sin importar la división que esto generó tanto en el Consejo de Seguridad de la ONU como en la Asamblea de este organismo. Las armas nucleares nunca han sido encontradas y la reconstrucción de Irak ha sido botín de guerra para los aliados norteamericanos. No debe perderse de vista lo que ahora está sucediendo en muchas naciones árabes.

Es difícil distinguir si esto es una remembranza de la Santa Inquisición o a una visión “reloaded” de la “Pax Romana” impuesta durante las “Guerras Púnicas” por Roma a Cartago. Es casi imposible suponer que haya alguna fuerza capaz de oponerse a esta dictadura déspota y unilateral en el escenario mundial. Lo que sí es fácil suponer es que esta política del “Toma Todo”, practicada por un pequeño grupo de estados controlados por los grandes intereses transnacionales es la causa de los males que hoy padece el mundo.

Cuando vemos los movimientos de indignados, la hambruna que flagela a muchas regiones del mundo, la imposibilidad de generar inversiones, empleos e ingreso, a pesar de haber tantos capitales y tanta riqueza en el mundo, me parece que no hay otra explicación que la miopía y la cerrazón que resulta en supina estupidez de algunos seres humanos, que en su afán de poseer insaciablemente, tienen al planeta al borde del colapso.

Sería tan fácil asumir, con dos dedos de inteligencia, que es urgente ceder en algunas cosas; que mientras que unos cuantos sigan obsesionados con apoderarse de toda la riqueza en el planeta, sin respetar mínimamente el ecosistema, la paz y el progreso mundial serán imposibles. Podrían tener una visión alternativa, ni siquiera por caridad o solidaridad, sino por la elemental consideración de que este mundo es hasta hoy el único que tenemos, y que un día, la desesperación, el hambre y la falta de esperanza, pueden provocar un caos que ningún ejército podrá detener, salvo que se decida practicar una política de exterminio masivo.

Tratando de mantener una posición imparcial en el conflicto Judío-Palestino, no es posible entender porque se niega la posibilidad de que la Ciencia, el Arte y la Cultura, puedan representar algún paliativo para esta región, a través de la acción de la UNESCO. No se entiende si es soberbia o ignorancia porque Estados Unidos se empecina en mostrar su cara más retrógrada al mundo.
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